En el viernes, día 5 de abril, se repitieron una serie
de réplicas a las 2:21, 3:39 y 4:53. Al llegar a
Lorca comprobé las lecturas a las 9:00, y todos los valores eran normales.
Durante un
descanso, busqué información sobre los
terremotos de Lorca y sobre el gas radón,
y encontré un artículo interesante de José J. Martínez Díaz, al que mandé un correo
preguntándole si habían estudiado las emisiones de radón, y explicándole
brevemente que había apreciado lecturas elevadas de radiactividad.
Posteriormente
le comenté al director del IES Príncipe de Asturias, Juan, que había detectado
el foco emisor de radiactividad, y éste me puso en comunicación con el director
del IES Ramón Arcas, Juan Antonio, el cual es geólogo. A éste último le expliqué
brevemente algunos de los hallazgos y quedamos para vernos la semana siguiente
y seguir intercambiando información, cosa que al final no sucedió.
El sábado, día 6 de abril a las 00:08 vuelve a haber un nuevo pequeño temblor.
Por la tarde compruebo si hay emisiones cerca de casa y no se detecta nada. Ya
por la noche leo la respuesta de José J. Martínez Díaz, el cual me señala la
imposibilidad de que la emisión radiactiva tenga algo que ver con el terremoto,
ya que ambos están en distintas fallas, y éste es muy pequeño.
El domingo día 7 de abril se repiten
temblores a las 4:01 y a las 7:45, este de 3,3 de intensidad.
Por la noche detecté una lectura
anómala y fugaz en mi casa de 0,300, pero después no aprecié nada extraño, y
durante el resto de la semana se apreciaron lecturas relativamente elevadas en
la zona de Totana.
¿Qué estaba ocurriendo con los registros en nuestro medidor mientras
todo esto sucedía?
Los medidores de radiación
disponen de un registro de las lecturas tomadas, pero el registro de lecturas
durante estos días y desde que se recibieron los dos primeros aparatos en junio
del 2011, se hicieron con medias semanales hasta este siete de abril del 2013,
tres días después del temblor del 4 de abril del 2013, por lo que las lecturas
no son útiles para apreciar las anomalías, por un doble motivo: ni estaban
tomadas en una estación fija, ni se apreciaban valores significativos por tomar
intervalos demasiado grandes (medias de siete días).
Pensad que todavía no
comprendíamos nada de lo que estaba sucediendo, y ni siquiera nos habíamos
planteado establecer una estación fija. Por otro lado, al ver que el intervalo
no era el adecuado, comenzamos en este día a tantear cual sería el intervalo
más apropiado para registrar las medias. Así, para evitar esta contrariedad,
pasamos a lecturas cada 10 segundos. Tampoco llevábamos cuidado en la precisión
del reloj interno del aparato de medición.
Con esta calibración (lecturas cada 10 segundos) el 8 de
abril hubo una lectura anómala muy elevada de 1,2 (archivo móvil 2), y
posteriormente las lecturas se normalizaron:
El 11 de abril decidimos cambiar
a lecturas con medias de 5 minutos.
En aquellos días ya no se apreciaban anomalías y comenzábamos a plantearnos una
estación fija. Dicha estación quedaría durante los meses de verano acumulando
los registros, pudiéndose llenar la memoria del medidor por este motivo. Era
más práctico utilizar intervalos de tiempo mayores, pero lo suficientemente
sensibles como para apreciar las anomalías. Es cierto que perdíamos
información, pero un exceso de ella también puede ser un grave inconveniente.
El día 18 abril, martes, conseguí hablar con Tomás Rodríguez Estrella.
En una agradable conversación que sostuvimos me informó de las grandes
carencias que tenían para investigar, del esfuerzo personal que debía realizar
y de que sólo disponía, en la estación
de observación que habían establecido en Alhama, de un detector de radón en un
pozo, y que lo habían colocado allí, por
pasar la falla de Alhama, explicándome
que esta falla en realidad tiene tres ramales. Respecto a la radiación, me
indicó que no habían utilizado medidores de radiación, y me comentó que la
emisión de radón no era infalible, y que en aquellos días los geólogos estaban
totalmente perdidos en la predicción de terremotos.
Yo, por mi parte, le informé de
la utilización de un medidor de radiación. Comentado esto, muestró interés por
estos sucesos, y me comentó que iba a informar al equipo de la isla de Hierro
con el que colaboraba, para colocar un medidor en su puesto de observación.
En días posteriores se apreciaron
radiaciones elevadas, incluso en la entrada de Cartagena. Es en estos días
cuando buscamos un punto de lectura dentro del IES y decidimos que el más
adecuado podría en el sótano; así mismo informamos
a uno pocos alumnos para realizar un pequeño grupo de trabajo que hasta el
curso siguiente no empezó a funcionar regularmente.
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